Conmociona conocer una noticia como esta, leer los reportajes periodísticos, las opiniones… y enterarte a medida que pasan las horas de lo sucedido realmente. Conmueve la imagen de los policías que la rescataron y las lágrimas en sus ojos, satisfechos por haber salvado una vida que apenas si estaba empezando y que logró sobrevivir en unas condiciones tan extremas.
Más allá de valoraciones morales y éticas sobre el aborto, el derecho o no de las mujeres a poner fin a un embarazo, que varía en función de la culturas, creencias y opiniones políticas de cada uno, lo cierto es que hoy nos encontramos ante un ser humano ya nacido, que respira y forma parte del mundo por sí mismo, de forma independiente, por lo que se hace imposible entender o justificar el tratamiento que se le ha dado, abocándola a un muerte probable, que solo el destino, el azar o la fortuna ha podido evitar, cuando lo cierto es que hoy por hoy la sociedad dispone de ayudas y mecanismo a los que puede acudirse sin poner fin a una vida.
Las motivaciones de su autor, sea quien sea, solo a la justicia corresponde juzgar, igual que la realidad e intención del acto cometido,sin embargo, solo por nuestra naturaleza humano, reprobamos un actuar como éste pues nadie tiene derecho a quitar la vida a otro y cuando el afectado es un niño, el horror aún parece mayor y se hace de todo punto incomprensible e injustificado.
Para nosotros que ansiosos esperamos la llegada de un hijo, nos toca de igual manera, pero sentimos, por nuestra situación de una manera algo distinta, dispuestos y deseosos de dar nuestro amor y protección a aquellos niños a los que sus padres fuere por lo que fuere, no han podido o no han querido dar, y al hacerlo valoramos más si cabe el sacrificio de aquellas madres que después de haber pasado un embarazo y un parto buscan lo mejor para su hijos, optando por la decisión más difícil y en muchos casos dolorosa, en un acto de amor hacia ellos que en muchas ocasiones no se suele apreciar.