Fue complicado cuadrar los vuelos y los precios eran desorbitados, pero un conocido de España nos hablo de una compañía Húngara de bajo coste «Wizzair», con la que volamos por la tarde a Madrid, donde alquilamos un coche y condujimos hasta nuestra casa, con la felicidad de llevar a nuestro hermoso niño con nosotros, en el momento en el que escribo estas líneas juega tranquilo a mi lado y se acerca a darme un beso o sonriendo con un juguete, o me llama para enseñarme su camión de bombero…